miércoles, 30 de noviembre de 2011

Trampillas para subir

Siempre quiso una escalera de caracol dentro de casa, así que al final, qué demonios, mandó instalar una en el salón, a pesar de que en el piso de arriba vivían los vecinos. La escalera era decorativa y terminaba en el techo, donde había instalado un plafón de madera blanca esmaltada y un pomo dorado: una falsa trampilla. Las visitas pensaban que, en efecto, existía un piso de arriba, privado y casi secreto. Para su fortuna, todas sus amistades se revelaron como gente discreta que no preguntó, durante las dos décadas en las que vivieron en aquel piso, a dónde daba la escalera.

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