domingo, 27 de noviembre de 2011

Ommm capitán, mi capitán

En el horizonte se divisaba con claridad cómo se acercaba una oscura tormenta. El capitán debía decidir a toda prisa si dar media vuelta y volver a España, donde los soldados del Rey estarían en esos momentos registrando los pueblos de la costa para cortarles lentamente la cabeza, o bien afrontar una tormenta que, a poco intensa que resultara ser, acabaría con la vetusta embarcación que habían robado del puerto de Algeciras. El capitán subió a cubierta, se sentó en el suelo de madera podrida cruzado las piernas, cerró los ojos, y comenzó a meditar. Oooommmm. Por suerte, los marineros del siglo dieciséis no sabían nada del yoga, el tantra, el taichí, ni el resto de estupideces orientales, y pensaron que lo que hacía el capitán era algo respetable e incluso útil para encontrar una solución al grave problema en el que se hallaban todos. Así que le dejaron meditar, hacer sus oomm, durante unos veinte minutos. Finalmente el capitán se despertó, o al menos volvió a abrir los ojos, y comunicó a la tripulación que en en ese rato había eyaculado hacia el interior tres veces. Los marineros, estupefactos por la imbecilidad de su capitán, le recordaron que se acercaba una tormenta por el oeste que hundiría el barco y que las tropas españolas degollarían a toda la tripulación si daban media vuelta hacia tierra. ¡Es cierto! Dijo el capitán, que con tanto tantra y orgasmo interior había perdido por completo la noción de lo que estaba haciendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario