viernes, 2 de diciembre de 2011

En la Grecia antigua no madrugaba ni dios

Cómo nos gustan las ruinas. Encontramos unos muros de piedra derruidos hace mil quinientos años y nos emociona pensar que serán nuestras paredes las que causen sensación dentro de algunos siglos.  Quizás en el futuro unos turistas imaginarán vidas exóticas al abrigo de estos tabiques dentro de los que paso las noches esperando a que llegue el día siguiente para ir a trabajar. O aún peor, puede que algún experto del futuro encuentre las ruinas de mi actual oficina y se fantasee con las fantásticas ocupaciones para las que servían esos escritorios desparramados por el subsuelo. Pobres, qué aburrido ser arqueólogos.

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