miércoles, 7 de diciembre de 2011

El día que ardió mi calle yo estaba en otro pueblo

A veces no hay que pensarse mucho las cosas. Seguir eso que llaman instinto sirve tanto para los grandes aciertos como para las equivocaciones más ominosas. Es decir, el resultado es parecido a reflexionar durante semanas sobre algo.

En aquella ocasión yo me largué del pueblo a primera hora de la mañana. Me sentía aburrido y tenía ganas de echar unos vinos con los muchachos de Rivadesella de Abajo, así que cogí el coche de mi hermano y me fui. No sé si a aquellas horas ya había empezado arder la madera en los sótanos de alguna casa y el incipiente olor a humo alertó a mi subconsciente. El caso es que me largué antes de que todo ardiera.

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