Anoche compré tres peras amarillas en la frutería de debajo de casa cuando volvía del trabajo a última hora de la tarde y al darle un bocado a la primera como postre de la cena maldije en voz alta al farsante que me vendió ese asqueroso fruto harinoso con sabor a patata. Qué lugar lúgubre la frutería de debajo de mi casa, ojalá la atraquen.
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